Siempre me encantó el Día del
Maestro en México. Me parece
fascinante que hay un día en
particular en que se les honra a
nuestros profesores.
Tanto de lo que soy el día de hoy
pertenece a los que me enseñaron
día tras día, año tras año. Le ruego
a los dioses que bendicen a los que
me tuvieron en sus manos.
Mejor todavía, me dotaron con el
deseo de ser maestra yo misma.
Di clases por 17 de los 20 años que
estuve en México . . . y 23 años
luego en los EEUU. En el décimo
que tengo de jubilada, extraño a mi
salón día tras día. Hasta sueño que
estoy enseñando todavía.
Aveces me rio de mis sueños y hay
los que hacen llorar. De hecho, no
hay nada que extraño más que a mis
alumnos, mis estudiantes. De cuando
en cuando, tengo la dicha de recibir
una nota o un correo electrónico de
uno de ellos y se lo agradesco tanto.
Ojalá que nunca hubiese envejecida.
De otro modo estaría en el salón de
clases todavía. Menos mal que sigo
dando clases en mi casa.
Dichoso sea él que haya tenido la
gracia de ser profesor . . .
la enseñanza
compartir el conocer
don de los dones
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